Son escasos los acontecimientos populares o históricos que en los ámbitos de interés general pueden recordarse en cualquier momento y con sumo interés, más allá de sus calendarios evocativos o en la remembranza de sus efemérides. Sólo los sucesos fascinantes y de consumo pasional pueden lograrlo. A veces un gran romance de final trágico, como Romeo y Julieta, no amerita ni tiempos ni espacios para volver a ser leído. Tampoco hay exigencias de épocas para trasladarse imaginariamente a los Juegos Olímpicos de 1992 y deleitarse con las voces de Freddie Mercurie y Montserrat Caballé, cantando “Barcelona”. No hay alguna para deleitarse con los discursos más impactantes declamados por Gandhi, Nelson Mandela o la Hermana Teresa de Calcuta. Son piezas clásicas de la humanidad.
Si el boxeo y su legión de seguidores reclamasen por una página colosal y eterna para competir -metafóricamente- con estos episodios magistrales, también fuera del calendario conmemorativo, señalarían sin dudarlo esta fecha y este lugar: 16 de septiembre de 1981, en el Caesars Palace de Las Vegas. Hace más de 42 años peleaban por primera vez los campeones mundiales welter estadounidenses “Sugar” Ray Leonard y Thomas Hearns. Gestaron una obra magistral en este arte y oficio cuando aún dirimían a 15 rounds.
Nadie perdería la oportunidad de volver a ver aquel combate inolvidable en el cual Leonard venció por knock out técnico en el 14° round ante el asombro de todo el planeta.
Los ‘80 y los fabulosos 4
Aquella apertura de la década del ‘80 fue fantástica para el pugilismo. Por la extinción deportiva de campeones notables como Muhammad Alí, el mexicano Pipino Cuevas, los argentinos Carlos Monzón y Víctor Galíndez, los colombianos Kid Pambelé y Rodrigo Valdés y el japonés Yoko Gushiken, se afirmaban cuatro boxeadores fenomenales que con el correr de los años pelearían entre sí dando vida a combates épicos: el panameño Roberto Durán y los estadounidenses “Sugar” Ray Leonard, Marvin Hagler y Tommy Hearns.
Este cuarteto opacaba las mismísimas defensas del título mundial pesado de Larry Holmes y sólo -recién en 1986- la consagración de Mike Tyson alcanzó bríos superiores a ellos.
El pugilismo argentino entraba en una transformación rotunda en la formación de sus boxeadores. De aquellas campanas dilatadas y con atletas lanzados a las competencias máximas con casi 30 años y muchísimas peleas se optó por un armado de campañas sólidas, más breves y de jerarquía, experimentadas en un trío “veinteañero” que entre 1980 y 1981 llegó a lo máximo: Sergio Palma, Gustavo Ballas y Santos Laciar. Después vinieron muchos más.
¿Quién era Leonard a esa altura?
Con 25 años, a Leonard se lo conocía por el fresco recuerdo de sus clásicos combates con Roberto Durán. En 1980. “La batalla de Montreal”, que perdió por puntos en fallo cerrado y de apreciación, y meses después se adjudicó el desquite esperado tras el “No más” del panameño que abandonó el ring cuando nadie lo esperaba.
Gestó su consagración en el peso welter (CMB) en una gran pelea definida por knock-out técnico en el último round sobre el puertorriqueño Wilfredo Benítez en 1979, conservándola ante el ignoto Larry Bonds en la peor pelea de su campaña (28/3/1981). Adosó luego su segunda corona mundial, la de mediano junior de la AMB, noqueando al ugandés Ayub Kalule, previo a este cotejo.
Acusó en la báscula 66.678 kg -el límite máximo welter- para pelear con Hearns. Tenía 30 victorias (21 KO) y sólo la derrota ante “Mano de Piedra”, con 1.75m de altura. La obtención de su medalla dorada en los Juegos Olímpicos de Montreal 1976 lo había convertido en el diamante más valioso de la industria pugilística. Angelo Dundee, el célebre DT de Muhammad Alí, estaba en su rincón. Y ello también lo potenciaba.
El tiempo de Hearns
El entrenador cubano Antolín Sánchez “Chino” Govín sorprendió a todos en el gimnasio Luna Park en pleno entrenamiento de su dirigido, el colombiano Rodrigo Valdez, en 1978, a días de pelear con el mendocino Hugo Pastor Corro. Dijo sin inmutarse: “Todos hablan de Leonard, el niño bonito de los norteamericanos, pero en Detroit está naciendo un monstruo: un tal Hearns, que los noqueará a todos. Acuérdese de él.” Esa fue la primera vez que su nombre circuló en el país y no se equivocó.
El 2 de agosto de 1980, “La cobra de Detroit” fulminó a Pipino Cuevas en dos rounds y ganó el cetro welter de la AMB. Y ello conmovió a los argentinos.
Con el cuerpo de un gigante, 1.85m y 66.678 kg, demolió a sus tres primeros retadores de escasa calidad: Luis Primera, Randy Shields y Pablo Báez.
Hearns parecía indestructible y llegó a ese combate con 32 victorias consecutivas (30 KO). Sin embargo, su entrenador, Emmanuel Stewart, que con el tiempo sería considerado como uno de los mejores de esos tiempos, cometió un error garrafal: presentar a su pupilo con un peso muy bajo: 65.770 kg. Y esto fue determinante en su agotamiento y permeabilidad física.
Losauro y LA NACIÓN, en el Ring Side
Carlos Losauro solidificaba su condición de crítico de LA NACIÓN con sus viajes internacionales comentando las grandes veladas. Una semana antes llegó al estado de Nevada. La pelea -efectuada un día miércoles- fue tapa del diario durante dos días y consumió el máximo espacio informativo. Tuvo también un agregado de color: la presencia de Diego Armando Maradona en el estadio.
Un combate inolvidable
La contienda tuvo una exhibición magistral de “bailoteo” de piernas por parte de ambos. Leonard, con línea artística; Hearns, con la sagacidad de un rayo. La ventaja de altura resultaba decisiva. Esos 10cm en favor de “La cobra de Detroit” resultaban desconcertantes para Leonard, que no podía estrechar distancias y por eso perdió los primeros cuatro rounds.
A partir del sexto, “Sugar” Ray comenzó a tener certeza en el achique de espacios y cada vez que conectaba a Tommy lo hacía flamear. Ahí afloraron los fantasmas de un kilaje incomprensible y del talento y guapeza de Leonard a la hora de pelear. Los rounds eran cambiantes y el dramatismo se apoderó del match. En el round 12, el ojo izquierdo de Leonard comenzó a dañarse.
“Sugar” Ray renaciendo de las cenizas colgó de las cuerdas a Hearns en el 13° episodio, hasta que el árbitro Dave Pearl paró la pelea en el 14° decretando el final. Hasta ese instante las tarjetas de los jurados eyectaban a Hearns con ventajas unánimes. Duane Ford, con 124 – 122; Chuck Minker, con 125 -121 y Lou Tabat, con 125 – 122.
Con los reglamentos actuales, boxeando 12 asaltos como máximo, Hearns hubiese ganado por puntos.
El resumen de la pelea
El ojo de “Sugar” Ray
El ojo de izquierdo de Leonard fue un tema decisivo. Gravitante por su inflamación en este cotejo y determinante en su primer retiro pugilístico por un desprendimiento de retina en su siguiente pelea con Bruce Finch, en 1982.
Leonard fue lesionado por el mexicano Marcos Geraldo al experimentar boxear en peso mediano (72.574 kg) en 1979. Aún no era campeón y a partir de allí debió convivir con este contratiempo que recién solucionó quirúrgicamente años más tarde e inmerso en mil polémicas pudo volver al ring. Tal confesión fue hecha por Leonard a este cronista en su última visita a Buenos Aires en 2.000.
Un desquite diferente
Volvieron a pelear el 12 de junio de 1989 en el mismo escenario: Caesars Palace de Las Vegas. Ocho años después.
Pusieron en juego sus cetros Supermedianos en rol de quíntuples campeones. Leonard, por el CMB, pesó 72.574 kg. Un cinturón ganado en modo magistral ante Don Lalonde, en 1988, con lágrimas, sudor y sangre. Hearns, de 73.730 kg, expuso la faja de la OMB conquistada ante James Kinchen, también en 1988, en una pelea sangrienta y sacrificada para él.
Hearns derribó dos veces a Leonard, en el 3° y 11° episodio, y mereció la victoria. Los jurados marcaron un inadmisible empate en doce rounds.
Carreras brillantes, presentes distintos
Fueron los primeros quíntuples campeones mundiales en pesos diferentes al cabo de la historia. Ambos conquistaron los mismos cetros: wélter, mediano junior, mediano, súper mediano y semipesado. Desde 66.678 kg hasta 79.378 kg. Mientras Hearns sumó una sexta corona, la de “Crucero IBO”, sin reconocimiento oficial, Leonard se apoderó de dos cinturones –supermediano y semipesado– en una sola pelea ante Don Lalonde en 1988.
“Sugar” Ray boxeó hasta los 40 años. Combatió entre 1977 y 1997. Ganó 36 peleas (25 KO), perdió 3 y empató 1. Hearns compitió hasta los 45 años. Desde 1977 hasta 2006, con 61 triunfos (48 KO), 5 reveses y una igualdad.
Leonard reside en California, en la zona playera más exclusiva y cotizada de los suburbios de Los Ángeles. Su figura se mantiene intacta y su nivel personal y social es impecable. Hearns es un símbolo de Detroit. Vive de recuerdos, de presencias y agasajos. Sobrelleva dignamente el día a día del ex boxeador.
Son dos héroes sin épocas. Dos personajes supremos e inimitables. Recordables en todo momento.
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