Para 2023, la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) declaró el Año Internacional del Mijo. Lo hizo con el objetivo de concienciar sobre sus beneficios para la salud y la nutrición. Es un alimento sin gluten, con índice glucémico bajo y que proporciona fibra, antioxidantes, minerales y proteínas, según informó el organismo. Por otra parte, señaló que se destaca como cultivo en condiciones climáticas adversas y cambiantes.
“El Año Internacional fomenta también la producción sostenible de mijo, al tiempo que pone de relieve su potencial de ofrecer nuevas oportunidades de mercado para productores y consumidores. El mijo puede crecer en tierras áridas con una cantidad mínima de insumos (necesita la mitad de agua que el trigo, por ejemplo) y es resiliente a crisis climáticas como la sequía que ha afectado a nuestro país, con lo cual contribuye a garantizar la seguridad alimentaria”, indicaron.
Según FAO, en la Argentina se utilizan dos especies del género Panicum, el P. coloratum y el P. miliaceum. “Por su tolerancia a condiciones de sequía se siembran principalmente en las zonas subhúmedas y semiáridas de la Argentina y, según los datos del Instituto Nacional de Estadística y Censos (INDEC, 2021), la superficie sembrada con mijo para grano en la Argentina fue de 2761 hectáreas, ubicadas, en orden decreciente, en las provincias de La Pampa, Entre Ríos, Córdoba, Buenos Aires, Rio Negro, Salta, Santiago del Estero y Santa Fe”.
“El P. coloratum se utiliza para pastoreo directo, en verde o diferido, en zonas subhúmedas semiáridas (P. coloratum var coloratum) y húmedas (P. coloratum var makarikariensis)”, dijo el ingeniero agrónomo Jorge Scheneiter, investigador del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria de Pergamino y profesor asociado de Forrajicultura en la Universidad Nacional del Noroeste de Buenos Aires.
“Por otro lado, el P. miliaceum es una especie anual y multipropósito ya que se usa para pastoreo directo, confección de heno, elaboración de alimentos para aves y también para consumo humano ya que por no contener gluten y ser rico en vitaminas, hidratos de carbono y fibra, posee importantes beneficios en la alimentación”, agregó. Apuntó que “una parte importante de la producción argentina de grano de mijo se exporta a países de América Latina, Europa y Asia”.
Un cambio y cultivo
En este contexto, desde la organización se dio a conocer el caso de Esteban Guarde, que hasta 2015 era “un productor agropecuario convencional”.
“En su campo de 9 de Julio, provincia de Buenos Aires, hacía las rotaciones tradicionales de soja-trigo-maíz- girasol con paquete tecnológico. Hacia 2011 comenzó a tener problemas de salud, y luego de la visita al médico, decidió cambiar el tipo de alimentación”, señalaron desde FAO.
“Con mi compañera, Natalia, empezamos a buscar alternativas hacia una forma de comer más saludable y empezamos con una alimentación vegetariana, luego vegana, ayurvédica y durante seis meses fuimos crudiveganos, es decir que sólo comíamos semillas, frutas y verduras crudas”, detalló. Como próximo paso, en 2016 comenzó a producir mijo orgánico.
“La motivación fue producir alimentos sanos para consumo humano. Desde entonces destinamos todos los años entre 5 y 20 hectáreas a este cultivo: sembramos 23 kilos por hectárea después del 15 noviembre y a los 100 días lo cortamos para que se seque y lo recolectamos a los 4 o 5 días. Lo hacemos pelar y lo vendemos en las dietéticas, distribuidores y elaboradores de hamburguesas”, precisó.
Señaló que eligieron el mijo por ser un cereal de altos valores nutricionales: tiene 21 de los 23 aminoácidos esenciales. Agregó: “Es muy importante para quienes eligen comer de forma vegetariana o vegana porque combinado con cualquier legumbre, construye proteínas”.
Según la organización, se unió a Pampa Orgánica Norte, un grupo de agricultores con muchos años de trayectoria en este tipo de producción. “Este sistema implica un trabajo de mucha responsabilidad ya que uno tiene que hacerse cargo de gestionar todo, inclusive la comercialización, además de la trazabilidad de la condición de orgánico, lo que no es sencillo”, indicó.
En 2022 el productor abandonó por completo la actividad convencional que seguía realizando en un campo alquilado y se quedó solamente con la producción orgánica en campo propio. Hoy trabaja en dos campos: uno de 291 hectáreas con agricultura y ganadería, y otro de 166 hectáreas con cultivos de invierno (trigo, avena, cebada, centeno y algunas legumbres) y de verano (mijo sarraceno, soja, maíz y girasol confitero, según el año), informó FAO.
“Uno va cambiando según los estados de conciencia en los distintos momentos de su vida y así una cosa lleva a la otra, siempre con el impulso de querer lo mejor para uno mismo y los demás, y yo creo que, si uno se preocupa por su salud y por el medio ambiente es una forma también de ocuparse del otro”, precisó. Añadió que por esto la agricultura que hacen es orgánica y encontraron en el mijo un producto “fácil de sembrar, de ciclo corto y de altos valores nutricionales que lo convierten en un superalimento”.
Fuente: ©EstebanGuarde y ©FAO
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