December 6, 2024

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“Existimos”. Es príncipe del país más chico del mundo, resistió invasiones y un golpe de Estado, hoy vende títulos nobiliarios

El principado de Sealand, de 0,004 kilómetros cuadrados de superficie, es el país más pequeño del mundo. Está a 7 kilómetros de la costa inglesa, tiene 300 habitantes (que viven en la diáspora, fuera de su patria) y su sistema político es la Monarquía Constitucional Unitaria. Cuenta con un himno, una bandera, leyes propias e, incluso, un cuerpo diplomático. Pero también tiene un problema: ningún Estado lo reconoce explícitamente como una nación. Ni siquiera Inglaterra, su país vecino. Su líder, el príncipe Michael Bates, argumenta: “Hasta 1978, los Estados Unidos no reconocían a la República Popular de China, pero China estaba ahí. Bueno… nadie nos reconoce, pero acá estamos”, dice a LA NACION.

Sealand es una micronación, un estado soberano autoproclamado. Hay más de 20 micronaciones en todo el mundo y ninguna es reconocida por otros países ni por organismos internacionales. Pero el caso de Sealand es único ya que ningún otro Estado reclama soberanía sobre su territorio. Es decir que no es de nadie más, que nada impide que sea un país independiente.

DE FUERTE A RADIO PIRATA

El origen de Sealand se remonta a 1942, plena Segunda Guerra Mundial. El gobierno inglés de Winston Churchill luchaba por evitar los ataques aéreos alemanes con todos los recursos disponibles. Una de las estrategias más eficientes consistía en interceptar los aviones enemigos a tiros de metralleta, desde una serie de torres de concreto que se ubicaban a lo largo del estuario del río Támesis, bien al este de Londres, evitando así el ingreso del enemigo al área de mayor concentración de habitantes. Estas estructuras fueron llamadas “Fuertes Maunsell”, en honor a su diseñador, el arquitecto Guy Maunsell.

Al finalizar la guerra, muchas de estas fortalezas quedaron obsoletas y abandonadas. Pero no por muchos años. En los 60, hubo británicos que las tomaron para crear radios piratas y transmitir música, principalmente rock, hacia Londres.

“Eran aficionados, pero se lo tomaban en serio”

Explica Michael Bates: “En la Inglaterra de los 60, la BBC (British Broadcasting Company) funcionaba como un monopolio, era la única radio que la gente podía escuchar. Pero el mayor problema era que la BBC no transmitía música porque no quería pagar los derechos de autor. Imaginate: estábamos en pleno auge del rock&roll, todos querían escuchar a The Beatles, Rolling Stones… Solo pasaban rock los domingos, un ratito, cuando ponían el Top 20. Entonces muchísimas personas, entre las cuales estaba mi padre, comenzaron a transmitir música clandestinamente, desde buques y desde los fuertes Maunsell, fuera del territorio inglés, para no tener problemas con la ley”.

Muchas de estas personas eran aficionadas, pero se tomaban lo que hacían muy en serio. Una de ellas era Paddy Roy Bates, un ex militar británico condecorado en la Segunda Guerra Mundial. Bates, que llevaba años retirado del Ejército, se dedicaba a la pesca y conocía bien la zona. Entonces eligió conquistar una de las ex torres militares: el fuerte Knock John. Era la víspera de la Navidad de 1966.

En los meses que siguieron, Bates mantuvo una dura batalla legal con el gobierno del Reino Unido, que cuestionaba la legalidad de su ocupación de dicho fuerte, ya que Knock John estaba en mar inglés, bajo jurisdicción inglesa. Para evitar que el problema escale, Bates mudó su radio a Roughs Tower, una torre idéntica a Knock John pero más alejada de la costa y fuera de la jurisdicción del Reino Unido.

Allí Bates reprodujo rock durante 3 meses, hasta que el 2 de septiembre de 1957 cuando, en un rapto de creatividad, decidió declarar la independencia del pilote de cemento y convertirlo en un país, que bautizó como Sealand. Compuso un himno, escribió una constitución, diseñó una bandera y se declaró príncipe de ese territorio. Luego emitió pasaportes para sus familiares y amigos, que fueron los primeros “ciudadanos”. Argumentó, desde el punto de vista jurídico, que el fuerte era «res derelictae» y «terra nullis» (desertado y abandonado). Y que, al estar ubicado en aguas internacionales, nadie podría reclamárselo.

“Inglaterra había construido esos fuertes en aguas internacionales. Es decir que los había construido ilegalmente. Por eso, no podían reclamárnoslo”, explica Michael Bates, el hijo de Paddy Roy. El caso de Sealand era especial: si bien no había base legal para su existencia, tampoco había argumentos legales para que no existiera.

“Es un viaje de 20 minutos en lancha, voy 1 o 2 veces al mes”

El 2 de septiembre de 2022, hace apenas 6 meses, Sealand cumplió 55 años de existencia ininterrumpida. Paddy Roy Bates falleció en 2012. Desde esa fecha, la micronación es gobernada por su hijo Michael (69), que hoy se hace llamar “príncipe de Sealand”.

Michael Bates nació en Inglaterra y vive allí, en South End of the Sea, al este de Londres, en una casa frente al mar. Sealand, su principado, le queda cerca: “Es un viaje de 20 minutos en lancha, voy 1 o 2 veces al mes”, cuenta.

-Michael, ¿por qué su padre declaró la independencia del fuerte?

-Fue bizarro [risas]. Yo creo que se le ocurrió porque él estaba bajo mucha presión por el tema de la radio. Había invertido todo su capital en ella y quizás eso lo empujó a “ir a fondo”.

-Más allá de aquella presión, ¿hubo otra razón que lo impulsara, una motivación ulterior?

-No. Pero sí un contexto histórico favorable. En esa época , el primer ministro de Rodhesia [hoy Zimbabwe] había declarado unilateralmente su independencia de Inglaterra. Inglaterra no quería perder Rodhesia, pero no pudo hacer nada. Entonces mi padre vio ahí una oportunidad.

-¿Cuáles fueron las primeras medidas de su padre como gobernante?

-Había que darle vida a Sealand. Primero tuvimos que llevar generadores eléctricos. Luego camas, una heladera, lámparas, sillas, mesas… Transportábamos todo en lancha. Después creamos una bandera, elegimos los colores para que cada uno tuviese un significado preciso. Está el rojo [red en inglés], que comienza con la mima letra que Roy Bates; negro, por nuestros días como “transmisores piratas”; y blanco, por el “virtuoso camino que caminamos cada día”, decía mi padre.

-Fundaron un país con relativa facilidad.

-Bueno, no tanta. Sufrimos 7 intentos de invasión por parte de otros transmisores piratas. Nos querían robar el lugar. Todo esto que te cuento suena insólito, lo sé. Aquellos fueron tiempos interesantes…

-¿Cómo se defendían durante los intentos de invasión?

-A los tiros. Yo tenía una pistola de aire comprimido poderosísima. También fabriqué varias bombas molotov.

-¿Cómo repercutían estas batallas en Inglaterra? Esto ocurría en aguas internacionales, pero a pocos kilómetros de la jurisdicción de la Armada británica…

-El gobierno intentó acabar con Sealand. En un momento pensaron que podíamos convertirnos en “la Cuba del Reino Unido”, así decían. Hubo una reunión en Downing Street, en la casa del primer ministro Harold Wilson. Los altos mandos recomendaron al gobierno intervenir Sealand con una operación militar: querían ir con helicópteros, barcos y soldados a sacarnos. Y Wilson accedió. Solo puso una condición: “Que no le pase nada a los Bates”.

-Su padre fue militar. Quizás eso influyó para que Wilson tuviese piedad con ustedes.

-¡Sin lugar a dudas! Si esto hubiese ocurrido en la costa de Francia, las autoridades francesas probablemente nos hubieran acribillado.

-¿Cómo evitaron la ocupación militar?

-Vinieron, pero no se pudieron acercar mucho… Yo había tendido una red de cables de plástico alrededor de Sealand. En varias partes colgué carteles que decían “peligro, alto voltaje”. Eran de mentira [risas]. Esa fue la primera vez que engañé al imperio.

-¿Así nomás? ¿Los asustó con tan poco?

-Bueno, también disparé unos tiros de advertencia. Eso los alejó un tiempo, pero volvieron. Un día llegaron dos militares en una lancha. Yo estaba con la guardia baja y los invité a subir, pero no pudieron: no sabían la técnica para trepar la escalera. Iban de frente, en vez de trepar por el costado. Yo me reía. Bueno, mi papá estaba en Inglaterra, y ellos me querían hacer creer que mi padre les había dado el OK para establecer una guardia fija de soldados británicos en Sealand. Pero no les creí. Luego me enteré de que era todo mentira.

Invasión y golpe de Estado

En agosto de 1978, un grupo de mercenarios holandeses y alemanes intentó arrebatar el poder de los Bates. Llegaron a Sealand haciéndose pasar por hombres de negocios. Habían acordado una reunión con Michael. Su líder, el alemán Alexander Achenbach, era ciudadano de Sealand: anteriormente había adquirido títulos nobiliarios, se los había comprado a Roy Bates.

Una vez arriba de la plataforma, ocuparon el lugar por la fuerza. Tenían armas de guerra. Secuestraron a Michael, lo ataron y lo mantuvieron preso durante 3 días. Después lo llevaron a los Países Bajos, donde finalmente lo liberaron. Michael voló de regreso a Inglaterra y le contó a su padre lo que había pasado. Juntos, planearon la reconquista.

Los Bates pergeñaron la “Operación Trident”. Viajaron a la micronación en helicóptero con un escuadrón de soldados armados hasta los dientes. “La unidad especial de Sealand”, se llamaban.

Recuperaron el territorio al amanecer, sin realizar un solo disparo. Los mercenarios extranjeros no opusieron resistencia. Todos fueron devueltos a sus países, excepto uno: Achenbach.

“Él era el único que tenía ciudadanía de Sealand. Entonces lo pusimos en prisión, como corresponde. Lo acusamos de ‘alta traición’. Si uno quiere ser un país, tiene que actuar como un país”, explica Bates.

-¿Durante cuánto tiempo mantuvieron a Achenbach como prisionero?

-Lo liberamos después de unas semanas. Los alemanes no estaban contentos con que un ciudadano suyo estuviera preso en otro país, entonces enviaron un diplomático desde su embajada en Londres, para negociar.

-Eso no es un detalle menor…

-Exacto. El solo hecho de que ese diplomático haya venido a Sealand nos sirve como un reconocimiento “de facto”. Fue nuestro primer acto de reconocimiento oficial.

-¿Pero los líderes y monarcas de otros estados lo reconocen a usted como monarca de Sealand? ¿Fue invitado a la coronación del rey Carlos III?

-No, no fui invitado, y no me invitan. Pero yo tampoco los invito a ellos [risas].

-¿Hay gente viviendo en Sealand?

-Actualmente hay 3 personas. Son guardias de seguridad, que van rotando. Pero han habido hasta 50 personas viviendo al mismo tiempo. Una vez tuvimos 1200 visitantes en un día. Aunque no lo parezca, adentro de las torres hay mucho espacio, cada una tiene 7 dormitorios.

-¿Cuántos ciudadanos tiene Sealand?

-Tenemos alrededor de 300 ciudadanos alrededor de todo el mundo.

-¿Cualquier persona puede convertirse en ciudadano?

-Primero se deben comunicar con nosotros. Por el momento, no alentamos a que la gente persiga la ciudadanía. Solo se da en casos muy especiales, con gente que hace aportes claves para el desarrollo de Sealand. Lo que sí hacemos es vender títulos nobiliarios. Usted se puede convertir en “Lord” de Sealand por 22 libras esterlinas (nota del editor: uno de sus nobles más famosos es el cantante barón Ed Sheeran).

-¿Tienen una moneda propia?

-Habíamos creado el dólar de Sealand, que equivalía a 1 dólar estadounidense. Pero no seguimos con el proyecto.

-¿Cómo se abastecen de provisiones y qué hacen con los residuos?

-Todo llega desde Inglaterra y todos los residuos vuelven a Inglaterra.

-¿Qué sistema legal aplican?

-Tenemos nuestra Constitución, nos basamos en la Ley Común británica, aunque… la palabra del príncipe también es la ley.

-¿Pensaron en utilizar otro idioma que no fuera el inglés?

-Con mi padre debatimos la idea de implementar el esperanto, pero al final nos quedamos con el inglés.

La conexión con la Argentina

-¿Los argentinos pueden visitar Sealand?

-No hay restricciones para los pasaportes argentinos. Pero sí hay un tema logístico que implica el viaje en lancha, subir a la torre… Entonces si viniesen, tendría que ser con un anuncio previo.

-¿Sabía usted que en la Argentina había un profesor universitario, especialista en relaciones internacionales, que actuaba como embajador de Sealand? En el frente de su casa, en La Plata, tenía la bandera y el escudo del principado.

-¡Sí! Juan Carlos de Marco. Lamentablemente falleció en 2020. Se había comunicado con nosotros en los 70 y nos dio muchos consejos para argumentar en nuestra lucha por el reconocimiento internacional. Era un gran amigo, vino a Sealand 2 o 3 veces.

-¿Conoce la Argentina, Michael?

-No, nunca fui. Pero me encantaría, quisiera ir a ver las ballenas. Pero tengo un vínculo con la Argentina: tomo clases de harmónica por Zoom, y mi profesor es de Buenos Aires.

-¿Actualmente hay argentinos que tengan la ciudadanía de Sealand?

-Probablemente haya algunos, pero no estoy seguro. En nuestro registro no está ese detalle.

Las finanzas de Sealand

A comienzos de 1999, Sealand tuvo la oportunidad económica de su vida. Se les acercó Havenco, una compañía tech estadounidense, con la propuesta de establecer una granja de servidores adentro de las torres. Llegó alentada por el clima del principado, ideal para combatir el calentamiento de las máquinas, y por su inexistente esquema impositivo. Se firmaron contratos y hubo una generosa inversión.

Pero la relación entre los emprendedores norteamericanos y la familia Bates siempre fue tirante y no se consolidó. En 2002, el director de tecnología de Havenco renunció a la empresa inesperadamente; los Bates no entendieron bien por qué. Finalmente en 2003, Havenco se fue de Sealand y se disolvió.

-¿Cómo se financian hoy?

-A través de la venta de títulos nobiliarios. Se pueden comprar en nuestra página web. Nos gusta cuando la gente se sube a la aventura de Sealand.

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El 1 de octubre de 1987, Gran Bretaña aumentó el límite de sus aguas territoriales hasta las 12 millas, de modo que, técnicamente, hoy Sealand está en mar territorial inglés. Pero el día previo a ello, Paddy Roy Bates había hecho lo mismo, aumentó el límite del mar territorial de Sealand, para que “el derecho de paso desde el mar abierto hacia Sealand no se viera bloqueado por las aguas reclamadas por los británicos”, según consigna la página web de la micronación.

Y agrega: “Gran Bretaña y Sealand no han llegado a firmar ningún acuerdo para dividir las áreas superpuestas, pero cabe suponer que existe una política general de reparto del área a la mitad entre los dos países. La ley no permite la reivindicación de nuevas tierras durante la extensión de los derechos marítimos, por lo que la soberanía de Sealand está protegida. Es posible que algunas naciones hubieran intentado utilizar esto como excusa para tratar de socavar el derecho internacional y adjudicarse la totalidad del territorio de la nación más pequeña y menos reconocida, pero no ha sido así. Gran Bretaña no ha intentado tomar Sealand, y el gobierno británico sigue tratando a Sealand como un Estado independiente”.

-Michael, ¿quién heredará y quién gobernará Sealand en el futuro?

-Están mis hijos Liam, James y Charlotte. Y luego tengo 7 nietos, más otro en camino. El futuro de Sealand está asegurado. Ellos continuarán el legado.