“Estuve en la Argentina la semana pasada y me entristece informar que, junto con el crimen y el 100% de inflación, también existe una inexplicable, profundamente destructiva y creciente adicción nacional a enviar mensajes de voz en WhatsApp”. El tuit del analista político Brian Winter, radicado en Nueva York, de visita en el país hace unos días, no tardó en hacerse viral. De un lado y del otro de los comentarios se aglutinaban amantes y detractores de este tipo de mensajes. Aquellos que simplemente los detestan y sienten que se levanta una muralla infranqueable en la comunicación, se sumaron al argumento de Winter para afirmar algo que parece difícil de comprobar: que los argentinos no solo somos campeones del Mundo en fútbol, sino también en la cantidad de envíos y en la extensión de los audios.
I was in Argentina last week, and am sad to report that, along with crime and 100% inflation, there is also an inexplicable, profoundly destructive, rising national addiction to sending voice messages on WhatsApp
— Brian Winter (@BrazilBrian) April 28, 2023
“Y hay algo más. Muchas veces, se usa el audio para simplemente no decir nada. Son audios repletos de ´em´, ‘che, bolu…’ de respiraciones, son segundos y segundos de nada. Ese mensaje, pasado a texto sería solo una línea. Yo concuerdo con que vamos a una cada vez más creciente economía de palabras escritas. Se supone que deberíamos elegir la forma más breve y económica de decir las cosas. Si ese audio se puede traducir en una línea de texto como ‘llegué’ o ‘voy en camino’, entonces, ¿para qué mandarlo?”, se pregunta Winter, bastante divertido por la impensada reacción que suscitó su mensaje.
No hay forma de saber si los argentinos son realmente, como sospecha Winter los que más audios de WhatsApp mandan. A nivel global, la empresa informa que diariamente se envían 7000 millones de notas de voz en WhatsApp. Y por esa razón, la compañía publicó una guía de etiqueta desarrollada en conjunto con una experta en protocolo, Jo Bryant, para incentivar el buen uso de esta herramienta. Entre las recomendaciones, se sugiere mandar mensajes de entre un minuto y dos de duración y si no es posible, al menos, fraccionarlo para que la persona pueda moverse rápido dentro del audio o acelerarlo. También sugiere respetar el código, es decir, si el interlocutor envió una nota de voz, seguir esa forma de comunicación, siempre prestando atención al entorno propio y al del otro.
“Por muy rápido que sea deslizar y enviar un audio, hay que compartirlo con consideración. Recibir largos discursos que pueden tardar diez minutos en escuchar, o reproducir un mensaje de un padre en voz alta en el transporte público no es ni divertido ni conveniente. ¿Hay que igualar la longitud de la nota de voz recibida cuando se responde?”, se pregunta la guía.
Muchos se cuestionan si existe un límite a la extensión de los mensajes. La compañía informa en su sitio web, que hasta hace algunos años era de 15 minutos y que hoy para iOS, el sistema operativo para iPhone, es de 30 minutos y para Android, la duración dependerá de las características del teléfono. Aunque en la práctica, pocos deben haber llegado a cruzar ese límite.
Transcribir
En marzo último, Jimena López Morillo, ingeniera mecánica y magíster en robótica, e Ignacio Fabré, ingeniero nuclear, ambos argentinos, crearon una aplicación que apunta a resolver el dilema de los audios y de la imposibilidad de escucharlos. Así desarrollaron TranscribeMe, un bot de WhatsApp que permite desgrabar audios para convertirlos en texto de manera rápida y sencilla. Basta con agendar el número +54 9 11 5349-5987 y reenviarle la nota de voz para que en cuestión de segundos, por medio de inteligencia artificial, lo desgrabe. No solo eso: también, si el audio es muy largo manda un resumen de unas cinco o seis líneas, que suele tener bastante sentido.
Sin embargo, el problema no parecen ser únicamente las notas de voz largas. Al menos para la crítica que lanzó Winter. También las breves son un problema. ¿Por qué no reemplazarlas por una simple línea de texto? “Conozco mucha gente y solo los argentinos mandan audios de tres segundos diciendo: ’estoy llegando’”, dice, en diálogo con LA NACIÓN.
Winter es un analista político de 45 años, que entre 2000 y 2004 vivió en la Argentina y que trabajaba para la agencia Reuters. Luego se especializó en política brasileña. “Tengo amigos de todas partes, entre ellos, un grupo de WhatsApp de argentinos. Después de mi mensaje, las cosas quedaron muy revueltas en el grupo. Y todos apuntan a uno de nuestros amigos que suele mandar audios largos para toda situación”, cuenta Winter. El último, señala, fue la génesis de ese tuit de la polémica. Su amigo había enviado una nota de voz de unos dos minutos para decir básicamente que iba a llegar tarde a la reunión porque había mucho tránsito.
“Claro que ya no puedo mandar más mensajes de audio a mis amigos después de mi tuit”, relata Winter, con bastante humor. “¿En qué casos sí mandaría uno o me parece que estaría justificado? Cuando, por ejemplo tengo que decir varias cosas, sin interrupciones y prefiero no hacerlo por una llamada telefónica, ya que algunas personas de la nueva generación la consideran algo intrusiva”, explica. En cambio, no enviaría notas de voz de apenas dos segundos para informar que está llegando a un lugar. Ni para extenderse en una conversación a destiempo, por WhatsApp.
Sin embargo, toda esa comunicación que queda por fuera de la información pura y dura de un mensaje, toda esa metadata, también hace al contenido y es parte de la idiosincrasia argentina, que va adosada a los audios. Es allí donde las respiraciones, las cavilaciones, las pausas dramáticas y hasta la banda sonora de fondo que acompañan al audio se convierten en parte misma del mensaje. Es allí donde la traducción a texto, para muchos, acaba por empobrecer el contenido. Eso también entra dentro de la órbita de la forma de ser de los argentinos. De ese “Argentina, no lo entenderías”, que se le espeta a los extranjeros. Y aunque lo entiendan, como en el caso de Winter, difícilmente logren asimilarlo.
Un debate infinito
“Yo soy absolutamente fanática de los audios. Creo que se inventaron para mi generación. Es como tener una conversación diferida en el tiempo, pero respetando los tiempos de cada uno. Tengo amigas con quienes converso a diario, de temas amplios. Y parte de esos audios, a veces, son como un programa de radio casi, porque son superlargos, íntimos, personales. Y me encanta escucharlos. Es más, a veces, los vuelvo a escuchar, jamás los pongo en por dos, porque es mi forma de dedicarles tiempo a mis amigas en la época en la que ninguna tenemos tiempo. Hace poco le mandé un audio largo a una madre del colegio, me disculpé y me dice ni te disculpés, para mí el audio largo es todo ganancia. Es la mejor forma de charlar cuando tenés un minutito. Muchas veces también lo uso para trabajar. Hoy las llamadas sin haberlas pautado previamente son una invasión a la privacidad. Nadie las atiende. En cambio, el audio te permite, en pocos segundos o incluso minutos sintetizar algo que de ser una llamada serían muchos minutos y en mensaje escritos, una chorrera de texto infinita”, describe María Freire, de 47 años, que trabaja en comunicación.
No solo eso. ella afirma que las notas de voz son hoy casi la única manera de mantener una conversación fluida con su madre, que tiene 85 años y tiene problemas auditivos. “En persona, casi no nos entendemos. En cambio, por audio es cómo mejor nos escuchamos”, dice.
El tuit de Winter también apeló a los defensores de los mensajes de audio. “Algunos argumentaban que los audios eran como podcast, que se podrían escuchar secuenciados, seriados, todo eso me parece muy extraño”, dice el analista político.
“Yo odio los mensajes de audio. Porque la otra persona no respeta que, quizás, yo estoy en un entorno en el que no lo puedo escuchar. Para mí, es más sencillo, directamente que me manden un mensaje de texto o si no tienen ganas de escribir, que me pregunten si me pueden llamar y hacemos una comunicación”, indica José Mazzeo, que es odontólogo y suele pedirle a los pacientes que no envíen audios. Algo similar le ocurre a los médicos. Sobre todo, a los pediatras, como Karina García, que en su estatus de la app coloca la frase: “No me manden audios… de sus hijos”. ¿La explicación? Los padres de sus pacientes llegaban a mandarle hasta grabaciones con la respiración de sus hijos, o la forma en que tosen, para preguntarle si era normal o si debían preocuparse.
Justamente, una de las recomendaciones de la guía de WhatsApp es “no grabés un podcast: aunque todo el mundo tiene una opinión diferente sobre la duración ideal de un mensaje de voz, intenta mantenerlos en uno o dos minutos. Si es demasiado largo para escribirlo, pero demasiado corto para una llamada, habrás encontrado el punto óptimo de los mensajes de voz. Y si recibes un mensaje de voz que es insoportablemente largo, puedes reproducirlo a una velocidad de 1,5 o dos veces para escucharlo más rápido”, recomienda.
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