La agroindustria, motor de la economía argentina, generadora de más del 60% de sus exportaciones, se vio seriamente afectada por la peor sequía de los últimos cien años. La gravedad de la situación parece no haber sido advertida por la dirigencia política que, además en el marco de una inflación anual que supera el 100%, no contiene el gasto público y continúa emitiendo pesos.
El abogado y Director de la Fundación Instituto para las Negociaciones Agrícolas Internacionales (INAI), Nelson Illescas, dialogó sobre este preocupante tema con Ser Industria Radio y se refirió a los impactos del flagelo. Mencionó, entre las consecuencias directas, caídas de US$ 21.291 millones de las exportaciones, US$ 7.794 millones de recaudación tributaria y US$ 25.717 millones del Producto Bruto Agrícola (PBA).
Asimismo, estimó que, a pesar de esta merma en la producción, Argentina no perderá mercados externos. En otro orden, sostuvo que, frente a los fenómenos climáticos, debería adoptarse un sistema de seguros agrícolas “que permita a los agricultores, por lo menos recuperar algo de lo invertido y posicionarse de la mejor manera para la próxima campaña”.
¿Cuáles son las consecuencias más fuertes de la sequía?
Desde la Bolsa de Cereales de Buenos Aires y la INAI venimos estudiando este tema desde hace varios meses. Una de las cuestiones que venimos observando es como fueron bajando las proyecciones de la producción de acuerdo a las primeras estimaciones que se tenían respecto a lo que podría ser esta campaña. Por ejemplo, cuando en diciembre lanzamos la campaña gruesa, los cultivos de verano, aun suponiendo que el año iba a ser seco, se esperaba una producción de 48 millones de toneladas de soja y de aproximadamente 50 millones de toneladas de maíz. Con el correr del tiempo y con todos los fenómenos climáticos que se fueron encadenando, sequías y olas de calor, tuvimos que ir reduciendo drásticamente las estimaciones.
Hoy, con el 20% de la cosecha avanzada, estamos en condiciones de señalar que la proyección de soja es de 22,5 millones de toneladas, una caída de 53% respecto de la estimada inicialmente. Con el maíz fue un poco mejor, pero estamos hablando de 36 millones de toneladas, una caída del 28%. Si nos retrotraemos a lo que fue la campaña fina, de cebada y trigo, vemos caídas de entre 30 y 40% respecto de las estimaciones iniciales. En trigo esperábamos entre 20 y 25 millones de toneladas y terminamos en 12,4.
¿Cómo se traducen estos datos en la economía?
Tengamos presente que el sector agroindustrial, las 36 cadenas que nosotros relevamos, representan aproximadamente dos terceras partes de lo que exporta Argentina. Si el agro es muy afectado en su producción, también lo sufren sus exportaciones y esto tiene un impacto muy fuerte en nuestro comercio exterior. Por ejemplo, lo que nosotros llamamos Producto Bruto Agrícola (PBA), respecto de la campaña 2021/22, que no fue récord ni excepcional, tuvo una caída de US$ 25.000 millones. Esto implica una baja de alrededor de US$ 7.800 millones en materia de recaudación de impuestos. En lo que va a exportaciones, principalmente soja y subproductos y maíz, la caída esta en torno a los US$ 21.200 millones.
¿Se pueden perder mercados por este recorte de la oferta exportadora?
En esta campaña hay un redireccionamiento. Los abastecedores pasan a ser competidores nuestros. Pueden ser Estados Unidos, Brasil, Paraguay, los dos últimos también afectados por la sequía, pero no tanto como Argentina. No hablaría de pérdida potencial a futuro porque son mercados consolidados. El impacto sí es muy fuerte en cuanto al ingreso de divisas y en cómo puede empezar a pensarse la campaña siguiente. En general, una buena parte de su financiación proviene de la campaña previa. Entonces si es mala o baja, impacta en las campañas siguientes. La sequía fue generalizada y vemos que también impactó en frutas, hortalizas, yerba, maní, los cultivos extensivos que sigue principalmente la Bolsa de Cereales de Buenos Aires.
Más allá del incontrolable factor climático, ¿hay formas de evitar este tipo de consecuencias?
Hay distintas alternativas. Se puede ir por un camino de infraestructura, es decir irrigación. Esto lleva una inversión muy grande y también mucho tiempo. Otra es contar con herramientas de cobertura, por ejemplo, mercados a futuro y una opción que Argentina no ha desarrollado tan fuertemente, es la de los seguros agrícolas, frente a fenómenos climáticos de todas las características, hay algunos específicos por el granizo. Contar con un sistema de seguros agrícolas, permitiría a los agricultores, por lo menos recuperar algo de lo invertido y posicionarse de la mejor manera para la siguiente campaña. Sabemos que es un tema complejo, pero es un camino que Argentina debería encarar, porque este tipo de fenómenos tienen tendencia a repetirse o a ser cada vez más intensos.
¿Los dólares soja y agro, sirvieron para paliar la situación?
Nosotros vimos que en los momentos de implementación de los programas 1 y 2, se produjo un aumento en la liquidación de divisas por una mejora en las exportaciones. El 3 es muy reciente como para hacer un análisis. La realidad es que este tipo de medidas genera un adelantamiento de los ciclos naturales de liquidación y ventas del productor. Entonces, si bien se consigue una mejora en precios bajo determinado contexto, lo que se exportó hace un par de meses no se va a exportar ahora, ni en los próximos meses.
¿Qué expectativas hay sobre la próxima campaña?
Esa respuesta la dejo pendiente hasta el lanzamiento de la campaña fina, que es a mediados de mayo. Estamos analizando los primeros números para ese momento. Como dije antes, buena parte de los recursos del productor, provienen de lo recogido en la campaña previa. Ahí se está empezando a prever un primer impacto respecto de lo que puede llegar a ser la campaña. Otro factor tiene que ver con la escasez de divisas, porque muchos insumos que se importan habitualmente, va a ser mucho más complejo conseguirlos. Eso también puede tener un efecto negativo sobre la próxima campaña.
Fuente: Ser Industria
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