La inflación vuela pero su impacto no es igual para todos los hogares argentinos. En medio de la aceleración de los precios, la matriz de consumo enfrenta algunas paradojas. Los pobres pagan los alimentos más caro que los ricos, porque los programas como Precios Cuidados no llegan a los comercios donde se abastecen los hogares más humildes, y también se dan situaciones llamativas como que los beneficiados de los subsidios a algunos productos de primera necesidad terminan siendo consumidores de países limítrofes.
La aceleración de los precios y los cambios en los hábitos de los consumidores también impactan en los canales de venta. A contramano del discurso “propyme” del Gobierno, los grandes supermercados son los principales ganadores del modelo de acuerdos de precios, mientras que los autoservicios chinos, que a lo largo de treinta años demostraron una capacidad a prueba de supervivencia a saqueos y recesiones, ahora dejaron de ser competitivos.
A continuación, algunas de las paradojas del consumo en una economía paralizada por la inflación.
1. Los pobres pagan más que los ricos
Como nunca, la brecha en los precios se profundizó en la Argentina, Históricamente los supermercados fueron más baratos que el resto de los comercios minoristas, pero lo que era una diferencia que rondaba entre los 8 y 10 puntos, ahora se multiplicó por tres y las diferencias en los precios en algún productos como aceites o azúcar llegan al 100%, es decir que un supermercado cuestan la mitad que en un autoservicio chino o un almacén. “En los últimos tres años, la velocidad inflacionaria fue muy diferente según el canal y los negocios de barrio aumentaron sus precios un 36% más que los supermercados”, explicó Osvaldo del Río, director de la consultora Scentia.
La creciente diferencia de precios entre los supermercados y el resto de los canales se explica básicamente a partir de la fiscalización que hace la Secretaría de Comercio del cumplimento del plan Precios Justos. No solo porque los cerca de 2000 artículos que integran esta canasta se consiguen exclusivamente en las grandes cadenas, sino también porque los comerciantes más chicos denuncian que los principales fabricantes de alimentos y bebidas aplican una doble vara en materia de aumentos. En las listas que les envían a los supermercados cumplen con el tope del incremento mensual del 4%, mientras que para el resto de los canales los precios, en los hechos, están liberados y las subas promedios rondan el 10%.
La primera consecuencia de esta política de precios diferenciales es que crece la participación en las ventas de alimentos y bebidas de los supermercados que le “roban” clientes a los comercios más chicos. Y la segunda, es los hogares de clase media y alta son los que reciben los beneficios de los controles de precios, ya que la penetración de las grandes cadenas es mucho más alta en la parte superior de la pirámide socio-económica, mientras que en los barrios más humildes la presencia de los súper e hipermercados es claramente menor.
“Los principales perjudicados son los hogares de clase baja, porque comprar en grandes centros les implica un costo de traslado que muchas veces no pueden pagar, entonces se abastecen en comercios de cercanía”, señaló Damián Di Pace, director de la consultora Focus Market.
2. No se sabe si un producto es caro o barato
Con la inflación de los alimentos volando -según el Indec, la canasta básica acumuló en los últimos doce meses una suba del 120,1%-, una consecuencia prácticamente inevitable es la desorientación de los consumidores, a los que les cuesta cada vez más determinar cuando un producto está barato y cuando está caro.
Parado frente a una góndola, el consumidor apela a estrategias como priorizar los carteles de oferta y las promociones bancarias. “Las ofertas son la principal variable de elección por precio, especialmente entre mujeres y niveles socioeconómicos bajos. Las promociones bancarias se posicionan como segunda variable de atracción de precio, especialmente popular entre hombres, jóvenes y niveles socioeconómicos medios. Pero el programa Precios Cuidados también es una variable de elección, entre mujeres, jóvenes y los niveles socioeconómicos bajos”, señaló Juana Merlo, directora de ShopApp, una consultora que trabaja a través de una aplicación que reúne a un panel de 10.000 consumidores.
La desorientación sobre los precios también se siente a nivel empresas. Con la disparada del dólar, en la última semana volvieron a aparecer los carteles en algunos comercios que advierten que las ventas se encuentran suspendidas, porque se desconoce el precio de reposición.
A otra escala, el panorama es similar entre las grandes cadenas de supermercados que viven una aceleración en el ritmo de llegada de nuevas listas de precios de sus proveedores.
“Lo que estamos viendo es un cambio en el régimen inflacionario. Hasta hace poco la primera semana era la más alta en materia de inflación y después bajaba, porque las empresas concentraban los aumentos en los primeros días del mes. Pero ahora se perdió ese efecto primera semana, porque llegan listas de precios nuevas todo el tiempo y porque muchas empresas se avivaron que antes de disponer una suba del 30% una vez al mes es preferible avanzar con alzas más pequeñas pero más seguido para pasar más desapercibidos”, explicó Sebastián Menescaldi, director de la consultora Ego Go.
3. Los autoservicios chinos no pueden competir
En unos meses se cumplirán treinta años de la apertura del primer supermercado chino. En octubre de 1993 los inmigrantes Lin Daolun, Lin Daohong, Zhen Aiming y Lin Weijing abrieron las puertas del primer comercio de la colectividad, sobre la calle Tucumán al 2100. A lo largo de estas tres décadas, los autoservicios chinos demostraron una capacidad de adaptación incomparable, al punto de que después de haber sido las principales víctimas de los saqueos de diciembre de 2001, salieron fortalecidos en 2002. Esta capacidad para adaptarse a cualquier escenario, sin embargo, ahora está en jaque, con una fuga de clientes de los chinos rumbo a las grandes superficies. “Los chinos son los más golpeados por la crisis, porque por un lado se quedaron afuera de todos los programas oficiales. Les pasó primero con los Precios Cuidados y ahora con los Precios Justos. Y tampoco consiguen mercadería, con lo cual se ven muy desabastecidos”, explicó Martín Contini, líder de Retail Vertical para Cono Sur y Venezuela de Nielsen IQ.
“Los autoservicios siempre demostraron su capacidad para competir pero hoy no podemos hacerlo porque las reglas no son parejas. El mismo camión que le deja a un supermercado los productos con los Precios Justos que se acordaron con el Gobierno, hace media cuadra más y le baja el mismo pack al chino pero a precios injustos. Así es imposible competir”, coincide Yolanda Durán, titular de Cedeapsa, la cámara que agrupa a los autoservicios orientales.
La falta de reglas claras y parejas está llevando a los comerciantes chinos a bajar las persianas en el AMBA y lentamente se inició un éxodo de argenchinos. “Ya cerraron más de 200 comercios en Buenos Aires y muchos dueños están migrando hacia el interior y a países de la región, como Paraguay, Bolivia o Chile”, aseguró Durán.
4. El llamativo renacimiento de los almacenes
La contracara del crecimiento de las grandes cadenas de supermercados y de la crisis de los autoservicios chinos es el buen momento que están viviendo los almacenes y negocios de barrio. Según los datos de Nielsen, en el primer bimestre del año y en medio de la aceleración de la inflación, el llamado canal tradicional viene ganando tres puntos de participación en el total de las ventas de alimentos y bebidas. “El almacén gana clientes porque el cliente lo ve como un lugar donde solo compra lo que necesita. Y a esto se suma, que la figura del fiado pasa a ser cada vez más relevante, especialmente en el interior”, señaló Contini.
En ShopApp destacan que el buen momento de los almacenes se explica por un cambio en los hábitos de compra que disparó la inflación. “Contrariamente a lo que podríamos pensar en un contexto de inflación y de alta incertidumbre, 2 de cada 3 consumidores eligen hacer compras con varios viajes al punto de venta, y poco volumen en cada compra. Este formato es especialmente popular en niveles socioeconómicos bajos, y en adultos entre 30 y 49 años. Por el contrario, los niveles socioeconómicos altos y los jóvenes de 18 a 29, en su mayoría eligen compras de alto volumen, con menos viajes al punto de venta”, señaló Merlo.
A la hora de explicar este incremento en la frecuencia de compras, Merlo pone el foco en la percepción que tiene el cliente del efecto de la inflación en su poder de compra. “La noción de que ‘así se gasta menos, o se controla mejor el gasto’, es la razón que brinda el 50% de las personas que eligen esta forma de abastecerse”.
5. Precios subsidiados para los vecinos
Otra de las consecuencias no buscadas de los programas como Precios Justos es que parte de los beneficiados terminan siendo los consumidores de países vecinos que cruzan las fronteras para comprar los productos a precios subsidiados. El fenómeno comercial se daba hace unos años con los artículos que integran la canasta de Precios Cuidados y ahora se repite con los Precios Justos que son los más buscados por los uruguayos que se volvieron clientes habituales de los supermercados Gualeguaychú o los paraguayos que se cruzan hacer las compras en Posadas.
“Estamos viendo un consumo masivo que se está frenando pero que muestra fuertes crecimientos en algunas plazas, en las que los compradores extranjeros tienen una incidencia muy alta. Los supermercados en Puerto Iguazú tuvieron un crecimiento del 285% en facturación en 2022 y en Gualeguaychú llegó al 140% y en Clorinda la suba fue de 122%, es decir varios puntos por encima de la inflación”, precisó Contini . “El gap de precios es tan grande que los extranjeros cruzan la frontera, llenan el tanque de auto y explotan las ventas de productos consumo masivo, con precios que son muy competitivos para alguien que tiene dólares en la mano como un litro de aceite a menos de un dólar”
La idea de que los precios subsidiados terminan siendo aprovechados fronteras afuera también queda al descubierto cuando se recorren los sitios online de los supermercados paraguayos o bolivianos y se descubre que las categoría de aceites está copado por productos “made in Argentina”.
6. En medio de la crisis, los argentinos pagan la ropa más cara del mundo
En una economía con casi 40% de pobreza y salarios en dólares completamente deprimidos, la Argentina tiene la ropa más cara del mundo. Los turistas de países vecinos que hacen cola para entrar a las restaurantes más exclusivos de Palermo o Puerto Madero o arrasan con los productos de belleza y cuidado personal en Farmacity, a la hora de pasear por los shopping centers porteños descubren que la ropa nacional cotiza muy alto aún para aquellos compradores de Uruguay o Brasil que llegan con los dólares billete.
Es que por una combinación de factores, como la fuerte carga impositiva, la alta protección de la que goza la industria textil y las barreras para importar que dificultan la llegada de propuestas como Forever 21 o H&M, el precio de la ropa en la Argentina se volvió en algo inaccesible aún para los extranjeros.
“En la Argentina, las prendas de vestir se encarecieron relativamente un 10,9% en el último año, es decir que se requiere casi un 11% más de otros bienes para comprar las mismas unidades de vestimenta que hace un año, mientras, en el promedio de países se abarató relativamente un 3,6%. La Argentina es el único de los 33 países donde las prendas de vestir y calzado se encarecieron relativamente en los últimos 61 meses”, asegura el economista Nadin Argañaraz de la consultora Iaraf, que elabora un monitor para seguir la evolución de precios de las prendas de vestir a nivel mundial.
“La falta de competencia empuja los precios. Se trata de una industria que está protegida a lo que se sumó que antes tenías la competencia de la gente viajaba más al exterior y traía ropa, y ese fenómeno bajó en el último tiempo. A nivel local, lo que se ve es un mercado más concentrado no solo por la salida de jugadores como Falabella y los problemas para importar, sino también porque muchos fabricantes locales cerraron cuando se abrió la economía durante la anterior administración y hoy tenés menos jugadores textiles en el país”, explica Menescaldi.
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